Mi par con historia: Lebron IV

Hace algunos días estaba arreglando el cuarto en donde guardo mis tenis, el cual por alguna extraña razón siempre está “patas para arriba”, cuando en una esquina repleta de balones para basquetbol viejos y que no uso, estaban empolvados y rotos de algunos lados mis Lebron IV, con los cuales gané un par de campeonatos algunos años atrás.

En cuanto los sostuve en mis manos llegaron a mi mente las imágenes y emociones de aquella época en la que eres el héroe y villano en la duela. He escuchado que a la mayoría de las personas que hoy en día se encuentran en lo de los tenis, el Basquetbol es el deporte que los acercó a la locura de comprarlos, coleccionarlos y desgastarlos, me incluyo en este grupo ya que si no fuera por este deporte no sabría nada de tenis.

Recuerdo llegar a la duela ese día con los nervios a todo lo que dan desde la noche anterior y casi sin poder dormir, pero sabiendo que debía deshacerme de ellos ya que si no lo hacía mi juego no sería el mejor; sentir el cuero del balón en mis manos hizo que me tranquilizara un poco, el estirarme y prepárame para el juego sirvió para poco a poco ir apagando los nervios y ver llegar al resto del equipo hizo que los nervios se fueran por completo.

El juego comienza y conforme vas anotando la confianza en tu equipo y en ti mismo aumentan hasta pensar que tienen el juego ganado, pero muy pocas veces la emoción dura ya que puedes ir ganando y en cuestión de segundos estás perdiendo; lo importantes es no desesperar y seguir intentando.

Finalmente llega el último cuarto en donde se define todo por lo que el equipo ha trabajado, las victorias que traen alegría y sonrisas o las derrotas que llevan discusiones y caras largas; tu cuerpo está cansado y el sudor te recorre de la cabeza a los pies, pero en tu mente solo esta ese objetivo por el que todos han trabajado, ser campeones.

En los minutos finales me encontraba en un descanso rápido, con el corazón acelerado, analizando la manera de poner la daga que nos daría la victoria, volteo al piso y observo mis Lebrón IV deseando hacer una jugada como lo haría el.

El coach grita mi nombre y es hora de regresar a la realidad, entro a la cancha y recibo el balón el cual se me resbala por el exceso de sudor en mis manos, la suerte estaba con nosotros, un compañero lo recupera, avanzamos a nuestro destino, el movedor busca la manera de dar un pase certero, tratamos de quitarnos la marca defensiva sin éxito.

El tiempo se agota y con él, la esperanza de coronarnos; De pronto logro dar un paso más que el defensivo dando la confianza al movedor para que me diera el balón, lo recibo y planto bien mis dos pies protegiendo el balón con mi cuerpo el cual se encuentra de espaldas al aro, sé cual es las jugada indicada desde que recibo el balón, hago mi espalda hacia atrás para alejar al defensivo y una vez que está fuera de balance doy media vuelta sobre mi eje para elevarme y poder ver el aro frente a mí, disparo el balón con un hermoso rizo, el tiempo se congela y casi al mismo tiempo que caigo al suelo escucho el hermoso “splash” que hace el balón al entrar en el aro y pasar por la red.

¡Lo conseguimos! ¡Somos Campeones!

Antes de escribir este post no encontraba la razón correcta para que la gente conserva tenis que jamás volverán a utilizar, ahora lo veo claro, nos gusta revivir esos momentos en los que nos sentimos únicos y especiales, instantes que cambian nuestra vida por siempre.

Amigos no olviden mandar las historias con sus tenis, queremos leerlas y disfrutarlas así que ya lo saben, el blog está abierto para cualquier tipo de historia.